miércoles, 2 de marzo de 2011

Capítulo 5- El nuevo.

Llegué al instituto a las ocho y diez de la mañana como de costumbre. No había llegado nadie. Subí la persiana y me senté en la mesa. Cerré los ojos mientras escuchaba  De paso (Sho-Hai). Me quede dormida en aquel pupitre verde y rayado, lo único que me hizo despertar fueron los gritos de las primeras personas que empezaron a llegar.
Sonó el timbre por primera vez aquella mañana. Miré el pupitre de al lado, me empezó a picar la nariz y a la vez a brillarme los ojos ya que Beatriz, aquella chica que se sentaba conmigo, no muy habladora, pero le había cogido un cierto cariño, se había ido a Noruega con su padre y no volvería a verla hasta el año que viene. Llegó nuestro profesor de biología. Venía con un chico nuevo. Se presentó, y por la edad que dijo que tenía, había repetido ya una vez. El chaval tenía un cierto encanto... moreno, ojos marrones, más o menos de un metro setenta y bastante de altura, tenía buen cuerpo, y la boca perfecta. Eché un vistazo a la clase y como podía comprobar, el único sitio que quedaba libre era el de Beatriz. Diego, el profesor de biología, le mandó sentarse a mi lado. Caminaba despacio y ruborizado. Me presenté. Sonrió. Sonreí. Una risita salió entre sus dientes. La clase comenzó y una notita de papel me rozaba el codo. La abrí. Era de él, no entendía lo que acababa de explicar Diego y le dije que después se lo explicaba.
Llegó la última hora y la profesora de inglés no vino. Me recordó la primera hora del día, la clase de biología, y se lo estuve explicando. No le costó mucho entenderlo así que terminamos pronto con la lección. Había hecho bastantes amigos para ser el primer día y a unas cuantas chicas les había enamorado su sonrisa y una de ellas era mi amiga Nagore. Estaba todo el rato hablando de él, hasta que la dije que parase, estaba harta de que no hubiese otro tema que “el chico nuevo”. Me fui a mi casa indignada. Me puse a escuchar música, una cosa que no es raro en mí, ya que no puedo vivir sin ella. Querida amiga  (El barrio) se podía escuchar en mis auriculares. Un mensaje me llegó al móvil. ¿A que no os adivináis de quién? Pues sí, era de él:

Ola! K abia de dbers? Me dio tu nº Carlos, espro k n t molst! Mñna ns bms 1bso!

Me costó un poquito descifrar el maldito mensaje pero al final le respondí que sólo había deberes de lengua. Gracias al mensaje hice los deberes, ya casi no me acordaba. Nagore me llamó justamente cuando me iba a meter a la ducha. Cerré el agua y me puse ha hablar con ella. Empezó otra vez ha hablar del chaval este no aguantaba ni una sola palabra más sobre él, con lo cual, apagué el teléfono y me metí a la ducha. Salí bastante relajada. No tenía ganas de cenar. No tenía ganas de hacer nada. Cogí y me metí en la cama.

<<Estaba en la cama. No me podía levantar me agité bruscamente, pero nada, parecía que me hubiesen pegado con super-glue a las malditas sábanas. De repente llaman al teléfono, las sábanas cedieron y me dejaron levantarme. Fui corriendo hacia el salón el teléfono aun estaba sonando. Lo cogí. Una voz grave empezó a cantarme una nana.
“Nana nanita nana nanita ella nanita ella
Mi niña tiene sueño bendito sea, bendito sea
Nana nanita nana nanita ella nanita ella
Mi niña tiene sueño bendito sea, bendito sea
Fuentecita que corre clara y sonora ruiseñor que en la selva
Cantando llora calla mientras la cuna se balancea
Nana nanita nana nanita ella nana nanita nana nanita ella la nanita ella, nanita ella
Mi niña tiene sueño bendito sea, bendito sea
Fuentecita que corre clara y sonora ruiseñor que en la selva
Cantando llora calla mientras la cuna se balancea
Nana nanita nana nanita ella…”
Mi corazón empezó a ir más rápido, mi respiración se agitaba cada vez más. Salí corriendo y ahí le vi otra vez, impidiéndome el paso en la puerta del salón. Cerró la puerta y quedé atrapada. Empecé a correr alrededor de la mesa el me seguía con algo en la mano, aunque no sabía lo que era. Yo le suplicaba que parase mientras que lloraba. Y perfectamente vi el revólver que me apuntaba a la cabeza y... PUM!

Me incorporé rápidamente encima de la cama. Estaba sudando. Volví a recostarme en la cama. Suspiré. No pude dormir en toda la noche. No conseguía conciliar de nuevo el sueño, así que, me empecé a leer “El violinista de Mauthasen” hasta que se hicieron de nuevo las siete de la mañana.

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