jueves, 2 de junio de 2011

Capítulo 12- Apariencias (I)

Pasaron los días y cada vez iba mejor en todo. Nunca llegué a pensar que las cosas me llegarían a ir tan bien como para poder decirlo, como para poder decir "Aquí estoy y a quien no le guste que no mire", de sentirme orgullosa de mí misma. Las notas podrían ser mejores, pero con sietes y seises me conformaba. Con las amigas: perfecto, ni más, ni menos. ¿Con él? con él cada día es una hitoria diferente, un sueño, una visión diferente del paraíso. Se llegó el viernes anterior al día en el que me quedaba a dormir a su casa.
-Mamá, ¿mañana me puedo quedar a dormir en casa de Claudia?
-Mm, vale por qué no.
-Gracias mamá- la di un beso y me fui rápidamente ha hacer la mochila.
-De todas maneras tú padre y yo tenemos que ir a ver a unos viejos amigos.
-¡Vale!- la grité desde mi habitación.
Le llamé.
-Oye, ¿sigue en pie lo de mañana?
-Claro estúpida, por la tarde te llamo o algo ¿vale?
-Pues genial, ¿sales esta noche?
-No tía, tengo que estudiar que mañana no podré.
-¿Y eso?
-Porque voy a estar contigo jajaja.
-Vale déjame que estoy espesita.
-Venga tonta luego hablamos. Te quiero.
-Te quiero.
Se me empezó a ruborizar la cara cuando se pronunciaron las dos últimas frases, como de costumbre. Empezó a sonar Dueña De Mis Horas (A3bandas) me giré ágilmente hacia el móvil y ¡BINGO! mensaje


Loka! hemos qdado a las 10.30 en la fuente grande del parq. Si no puedes ir, no qieres o no te da tiempo contestam anda. muacs! (L)


El mensaje era de Ana y la verdad que eran ya las diez y tenía ganas nulas de salir aquel viernes por la noche. La contesté al mensaje diciéndola que no me daba tiempo, para qué más explicaciones. Me fui a la ducha; desde siempre había sido mi parte favorita del día. Ese momento en el que puedes relajarte sin pensar nada, dejar la mente en blanco y olvidarte de todos los problemas y que haceres que se tiene, en el que cuando sales te sientes fresca, en el buen sentido de la palabra, y relajada. Hasta que suena el móvil y tienes que ir corriendo a por él.
-¿Sí?
-Hola, ¿Es usted el titular de este teléfono móvil?
Colgué. Yo pienso, que las que llaman saben justo el momento en el que puede molestarte mal. Aun que también tienen que tener bastante paciencia por las contestaciones que les da la gente. Sinceramente, no me extraña que la gente les conteste de esas maneras. Suspiré y me metí a la ducha de nuevo.
Salí de la ducha y no tenía ganas ni de secarme el pelo y como lo tengo liso, no me preocupé de secármelo. Simplemente me pasé la toalla por encima y me puse el pijama. Me acabé el libro que estaba leyendo y empecé a leer Chalie y la fábrica chocolate de Roal Dahl. Me quedé dormida.
Al día siguiente abrí los ojos, sonreí y cogí velozmente la mochila para meter todas las cosas necesarias para aquella noche que podría ser la más impresionante de mi vida. Pijama, cepillos, ropa interior... Sí estaba todo.  Lo llamé para que supiera que cuando quisiera me podía venir a buscar para dejar los bártulos en su casa.
-A las cinco me pasas a buscar, ¿no?
-Sí sí, a las cinco.
-Vale, te quiero.
-Hasta luego fea, te quiero.


Cuando me quise dar cuenta ya eran las cinco. Bajé al portal para ver si estaba y aun no había llegado, pero en pocos minutos se le podía ver el pelo a lo lejos.
-Dejamos las cosas en mi casa y nos vamos a un cumpleaños de un amigo ¿te parece?
-Vale.- Le dediqué una sonrisa.
Llegamos a su casa... bueno si se le puede llamar casa. Era la casa más grande que hay por esta zona. De color blanco y muy luminosa; muy muy luminosa.
-Trae aquí la mochila que te la subo.- Me la cogió y subió rápidamente al piso de arriba, torciendo a la derecha.
Eché un vistazo a la casa y en menos que canta un gallo le tenía otra vez a mi lado. Y sólo de pensar que pasaría ahí la noche, ya era feliz por una temporada.
Fuimos al cumpleaños de su amigo. Se lo tenían bien montado. Todo lo que quisieses beber lo tenías distribuido en dos mochilas de deporte. Había de todo menos cerveza, se me calló el alma al suelo al ver que para una cosa que ya necesitaba no habían comprado. Alguien me tocó el hombro con el dedo índice y como era de esperar, me giré para ver quien era.
-Toma, te la habíamos guardado. Un pajarito nos dijo que te gustaba mucho la cerveza.
Me quedé boquiabierta. Un litrona de cerveza fresquita y espumosa para mi sola.
-Muchas gracias...emm...
-Daniel. Encantado.
-Muchas gracias Daniel. Igualmente.
Yo, por mi parte ya era feliz. ¿Para qué quería más? Decidí hacer lo mismo que en los viejos tiempos. Me fui a un bordillo de aquel parque, saqué mi paquete de tabaco de Lucky Strike, abrí la litrona y me empecé a relajar. Pero algo me faltaba y era la música. Saqué el móvil y puse BOOM (Duo Kie). Ya echaba de menos ese sentimiento de independencia en la que me encontraba cada vez que hacía todo eso.
Ya se llegó la noche y él y yo nos fuimos a su casa. Sé lo que estáis pensando: Estos, lo hacen. Pues siento decepcionarles, no hicimos nada, antes de llegar a la cama recibí una llamada bastante preocupante de mi madre. Le pedí mil perdones y me marché lo más rápido posible.
Llegué a casa. Una nota en la nevera se podía divisar desde la puerta de la cocina.


Estoy en el hospital. Ven rápido, tu padre ha tenido un accidente. Mamá.


Se me encogió el corazón. El hospital pillaba bastante lejos asi que cogí un taxi y me fui. ´
Llegué de una vez por todas vi a mi madre con los ojos encharcados de lágrimas. Casi no se podía sostener en pie.
-¿Qué ha pasado?
-Tu padre...- era incapaz de decir ni una sola palabra. Por mucho que lo intentaba seguía tartamudeando.
-Mamá, tranquilízate.
-A tú padre le ha dado un infarto, cariño.
Mi respiración empezó a acelerarse. Me levanté de la silla de la sala de espera y me puse a correr como una loca buscando la habitación de mi padre. Se me salían las lágrimas de los ojos, no aguantaba ya esa angustia que tenía metida en el cuerpo, la que casi no me dejaba ni respirar y por la que casi me dan taticardias.

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