miércoles, 8 de junio de 2011

Capítulo 13.- Apariencias ( II )

No podía dejar de botar la pierna arriba y abajo con agilidad. Los nervios me estaban consumiendo viva. Se acercaban cientos de enfermeras pero ninguna sabía nada de mi padre.
-Mamá, voy al baño. ahora vuelvo.
-Vale hija.
Fui al baño y lo único que pude hacer fue mirarme al espejo, mirar como se caía mi felicidad en forma de lágrima. Como con una llamada se te podía hacer tal vacío en el cuerpo.
Volví del baño. Mi madre estaba hablando con una enfermera. Se fue a paso ligero hacia el pasillo de las habitaciones, supongo que estaría ahí mi padre. La seguí, qué menos. Miró por la ventanilla y entro dulcemente, como si no tuviese fuerzas para abrir la puerta. Cuando entré mi madre estaba llorando.
-Mamá...
No me respondió, vino rápidamente hacia mi y me abrazó más fuerte que nunca. A mi padre le estaban quitando la respiración asistida.
-No... no, no, no, no, no, no, ¡no!
-Tenía que pasar hija... así lo quiso el mundo.
Me despegué de los brazos de mi madre mientras que corría despavorida por el pasillo. Me puse a llorar, era lo más lógico que podía hacer. Ese vacío que tenía en el pecho, también era lógico.


Mi madre y yo nos fuimos a casa en su coche. No tenía ganas ni de subir las escaleras, ni de comer, ni de dormir ni de hacer nada. Miré el móvil. Tenía cinco llamadas perdidas y un mensaje de él.


Feita1 que ha pasado al final? :S contesta. Te quiero mucho.


Eran las 8 de la mañana así que le llamé.
- ¡Guapita! ¿Está tu padre bien?- Empecé a llorar.
-Tía, espera que me visto y voy a tu casa.
No pasó ni media hora hasta el momento de oír el timbre. Bajé desganada. Abrí la puerta y él estaba ahí, con el corazón que se le salía del pecho. Me puse a llorar.
-Tía qué ha pasado...
-Se ha.. se ha muerto...- Me costaba decirlo, todavía no estaba hecha a la idea de que mi padre se había muerto. Él me abrazó, pero más que nada para que no me cayera al suelo.
- Lo siento mucho cariño. - Me llevó hasta el primer escalón de la escalera para que me sentara.
-Estoy aquí para lo que quieras y lo sabes.- Mi madre bajó y él le dio su más sentido pésame.
-He llamado a la funeraria... mañana es el entierro.
-Vale mamá.
-Si no quieres ir, no vallas, se que es duro.- Me respondió.
-Tengo que ir, es mi padre...
Subió las escaleras desganada, parecía que de un momento a otro se iba a caer rodando hacia abajo.
-Lo siento, pero hoy me apetece dar un paseo sola por algún lugar que no haya nadie, espero que me comprendas...
-Sí tía, no te preocupes y de todas sabes que aquí me tienes.- Me dedicó una sonrisa.
-Muchas gracias.
-¿Gracias por qué? Tía, yo te quiero, como amiga, como novia y como todo, porque eres lo más grande que tengo y no quiero que estés mal, aun que ahora es lo más normal.
Le di un beso y él me lo devolvió. Le dije que me iba a ir ahora a dar una vueltecilla, que si no le importaba, le llamaría mañana. Fui hacia arriba sin mucho ánimo. Me vestí, me peiné y me fui al estanco a comprarme una cajetilla de tabaco.
Me fui al parque al que iba de pequeña cuando me encontraba sola, sin nadie con quien hablar o compartir mis ideas, sentimientos u opiniones. Seguía tal y como estaba hace 5 o 6 años: solitario, verde y sereno. Cogí mi cajetilla de LUCKY STRIKE y me puse a fumar mientras todas mis penas salían por los ojos. No tenía ganas de beber, pero ya que fumar relaja, pues fumo. Y si la música triste ayuda, pues la escucho The Hardest Part (Coldplay) se podía escuchar en todo el recinto.
Decidí "ensayar" para que cuando me viese la gente no pensara: "pobrecita". No, no me gusta que sientan lástima por mí, sólo que me entiendan, lo que no muchos consiguen. Empecé por cambiar mi mirada. Esa mirada de pena que tenía desde esta madrugada, la que reflejaba todo el sufrimiento que tenía acumulado en el cuerpo. Lo intenté, pero lo único que salía de mis ojos era pena y lágrimas. Y si no podía cambiar la mirada, cómo iba a sonreír, era imposible. Me estaba derrumbando yo solita. Y de repente me paré a pensar que cómo podría haber dejado sola a mi madre un día tan triste como este. Me levanté rápidamente y me fui a casa a paso ligero.
Entré a casa y me lo encontré a él vigilando a mi madre para que no hiciese ninguna locura. Me acerqué a él.
-Gracias.- Le susurré al oído mientras le daba un beso en la mejilla.
-Me lo pidió mi suegra.- Me dedicó una sonrisa.
Me fui a dar un beso a mi madre y a pedirla perdón por haberme ido en tales circunstancias. Me dijo que no pasaba nada, pero sabía que en el fondo la sentó mal, lo que pasa que no tenía ganas de nada y menos de discutir. Estaba apunto de romperse a llorar de nuevo; abrazarla, era la mejor opción, pero en ese mismo momento fue cuando si que rompió a llorar como una descosida. Me sentía mal conmigo misma.
A él le cogí de la mano y me le llevé al sofá para que se sentase, tenía la impresión de que había estado todo este tiempo de pie, mientras que mi madre hacía otras labores. Me miró fijamente a los ojos y yo creo que podía ver toda la pena que tenía dentro de mis ojos. Agaché la cabeza. Se acercó a mí y me abrazó como nunca. Me puse a llorar. Colocó mi cabeza en su pecho y me empecé a tranquilizar.
-Si tú quieres y me deja tú madre, me puedo quedar a dormir.
-¿Harías eso?
-Eso y más guapita.- Le miré y me salió una pequeña sonrisa. Él me la devolvió. Me incorporé y fui donde estaba mi madre.
-Mamá, ¿se puede quedar a dormir? por favor.
-Si eso se tranquiliza sí. Pero no hagáis nada raro.
-Aun que quisiera, no tengo ánimos para ello.
-Vale.- Me miró tocándome la cara y aspirando los mocos que querían salir de su nariz. Volví a su lado y le dije la respuesta que me había dado mi madre.
Me apoyé en su regazo sin mirar a ningún punto exacto mientras me acariciaba la cara desde la nariz hasta la oreja. En ese momento me empecé a acordar de las millones de veces que me había hecho eso mi padre, todos los momentos que pasamos juntos, lo que aprendí de él, como la aficción a la lectura, todas las discusiones que tubimos.
A las diez de la noche fue cuando decidí encender el móvil. Cincuenta mensajes nuevos. No tenía ganas de leer ninguno, sabía de que eran y si alguno me debería preocupar me daba lo mismo.
-Chicos, podéis dormir en mi cuarto, no quiero entrar ahí y así estaréis más agusto.
-Como quieras mamá.
Fué él el que abrió la cama y me acostó antes de meterse en la cama y abrazarme.
-Intenta dormir y si no puedes despiertame, ¿vale?
-Vale.
Dormir... imposible, pero estaba tan mono dormido que no quería despertarlo. Me quité su brazo derecho que me rodeaba la cintura. Cogí una manta de la silla que estaba enfrente de la cama y me fui a la terraza. Me puse a escuchar música del móvil. Empecé con Ouch (Duo kie) y acabé con Betlebum (Blu). Ya habían pasado cinco horas. Me sequé las lágrimas y volví para dentro.

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