lunes, 4 de febrero de 2013

EL UNIVERSO

El Universo

El Universo es todo, sin excepciones.
Materia, energía, espacio y tiempo, todo lo que existe forma parte del Universo. Es muy grande, pero no infinito. Si lo fuera, habría infinita materia en infinitas estrellas, y no es así. En cuanto a la materia, el universo es, sobre todo, espacio vacío.
La materia se concentra en lugares concretos: galaxias, estrellas, planetas ...

Lo que la carrera espacial nos dejó…

  técnicas de desinfección, GPS,láser, detectores de humo, lentes de contacto, cierre de velcro, código de barras, pintura anticorrosiva, etc.                                                          
 

Montaje Estación espacial internacional





martes, 24 de enero de 2012

Capítulo 18.- Tierras alemanas (PARTE III)

En el primer mensaje ponía:
Creo que tenemos que hablar de lo del otro día. Me pasé, aun que fue una tontería, o al menos, eso creo. Te quiero. 


Desde que conocí a mi nuevo amigo, ni me acordaba de la bronca que tuvimos, total, no fue tan importante, aun que si que me sentó bastante mal que ni quisiera acompañarme y que encima me restregará cosas que no tenían nada que ver, ni siquiera le había conocido todavía. En el segundo mensaje ponía:
Me quieres contestar de una vez? Necesito hablar contigo, te echo mucho de menos. Llámame, te quiero.


Cada mensaje que pasaba, estaba más furioso, pero en ninguno lo quería dejar, es más, insistía cada vez más
en hablar conmigo. Después de leer de todo en diez sms, una larga lista de llamadas perdidas aturdía mi vista. Le respondí con un breve mensaje que ponía lo justo y necesario:
Que te quede claro a ti, estoy de viaje, y ya que no has querido venir conmigo, déjame disfrutar.


Después de enviar el mensaje, me senté en la cama. Solté un suspiro. Mire al móvil y pensé: ¿Por qué no llamarle para tomar algo? Busqué su nombre en la guía. Me lo pensé por un instante si llamarle o no, pero pensé "échale huevos". Así que le llamé. Me dijo que vendría a buscarme.
Al cabo de veinte minutos, ya estaba allí, dispuesto a tomarse un café, o lo que fuese. Nos fuimos a un pequeño Pub que estaba a unas cuantas manzanas de mi hotel. Esta vez, nos tomamos un café. Mientras que andábamos, le fui contando todo lo que me puso mi novio en los mensajes. A cada uno que pasaba se iba quedando más asombrado por alguna que otra burrada que me había puesto. Me aconsejó "mandarle a freír esparragos", la verdad, estaba bastante confusa. Mientras nos tomábamos ese café, le conté todos los acontecimientos que habían ocurrido en estos tres últimos meses. Él al menos, parecía que me escuchaba. Después de contarle toda mi historia desde que empezó el curso, él siguió con la historia de su vida. Me dijo que también tuvo una novia hace poco tiempo, y que lo dejaron aun que él no sabía muy bien por qué, a continuación, me dijo que estaba estudiando el primer año de una ingeniería aeronáutica. Me sorprendí al ver que me llevaba dos años, como mucho le habría echado mi edad.
-¿Te puedo preguntar algo?
-Sorpréndeme.
-¿Eres feliz?- me quedé un poco anonadada por la pregunta.
-Define el término felicidad.- Miró al móvil durante un momento hasta que dijo:
-Satisfacción, gusto, estado de ánimo que se complace al poseer un bien.-Me sacó una sonrisa a pesar de que no me agradaba mucho la pregunta que me hizo. ¿De verdad era feliz o sólo me lo intentaba creer? En cuanto me hice esa pregunta a mi misma agaché la cabeza.
-No lo sé, no me lo he planteado hasta hoy.
-¿Y cuando pensabas planteártelo?- Cada frase que soltaba por esa boca, era como un pequeño pellizco en el corazón.
-No creía que era necesario hacer balance sobre las gracias y desgracias de alguien, con eso lo único que puedes conseguir es estar baja de ánimos.- Miró a su café, como si estuviese arrepentido de lo que había dicho. En ese momento reflexioné, lo único que había hecho al irme de España fue huir de mis problemas, para creer que lo malo ya había pasado, aun que en el fondo sabía que me quedaba muchos problemas y sufrimientos por delante.
Al cabo de otros tres cafés y una larga charla con él, decidí dejarle solo. Aun que estaba lloviendo, quería dar un paseo, sola, sin que nadie intercediera en mis pensamientos. Necesitaba pensar. Empecé a pensar en todo treinta y dos mil veces por segundo y lo único que me vino a la cara fueron las lágrimas que recorrían mi cara rápidamente con la ayuda de las gotas de agua que caían del cielo. Empecé a acelerar el paso hasta acabar corriendo. Terminé sentada en un tronco y llorando. En el fondo, quería a mi novio y había luchado y sufrido mucho por él, por todo ello, no merecía la pena dejar escapar a alguien que me quiere y que quiero. Después de aclararme todas las ideas tenía una respuesta a aquellar pregunta que me había rondado durante toda la noche: "Debería ser feliz por todo lo que tengo, pero no lo soy." Necesitaba nuevas experiencias o emociones, no tanta rutina. 
Al acabar mis reflexiones, intenté encontrar el camino hasta mi hotel aun que tuve que utilizar mis escasos conocimientos de alemán para conseguirlo. Cuando llegué al hotel, eran las cinco de la mañana y no tenía sueño. Intenté hacer algo de provecho que me distrajese y  sacar algo de provecho de ello, como repasar apuntes, leer, escuchar música hasta que se llegase la hora de arreglarse para salir a conocer un poco más de Alemania. No lo conseguí. Estuve dando vueltas a la habitación durante dos horas sin conseguir hacer nada. Cuando se llegaron las 8, empecé ha arreglarme.

martes, 6 de diciembre de 2011

Capítulo 17.- Tierras alemanas (PARTE II)

 Al día siguiente, tenía un mal cuerpo increíble. Me miré al espejo y me quedé perpleja mirando la cara tan asquerosa con la que me había levantado aquella mañana. Todavía era pronto, lo que me daba tiempo ha hacer todo con calma. Me arreglé en general tras una larga ducha de media hora. Hoy íbamos a terminar de ver Essen y ha empezar con Mülheim. Bajé al bar de al lado y pedí un café bien cargado, no tenía hambre, sólo con una resaca impresionante. Después de tomarme el café, me quedé en la entrada del hotel, en un sillón sentada. Eran más cómodos de lo que parecían. Cogí una revista sin darme cuenta de que estaban todas en alemán. Al cabo de cinco minutos, ahí estaba él, puntual como siempre. Le sorprendió el no esperar aquel día, el que por una vez, saliésemos nada más entrar él.
Me llevo a un "parquecito" según su teoría de parques alemanes, un parquecito para mi era hierba con cuatro columpios, no un lago enorme, con rutas para andar, pasear al perro etcétera. Era un parque increíble y muy bien cuidado. Las copas de los árboles parecían formar parte del cielo, ya que las copas de los árboles eran similares a nubes de diferentes tonos verdes. Nos sentamos en un banco después de ir al  starbucks de al lado. Estuvimos hablando de la noche anterior, intentando recordar todo lo que nos habíamos metido al cuerpo. Yo tampoco había bebido tanto como para pillarme una borrachera de tal calibre, pero al parecer, las cervezas pegaban más fuerte de lo que yo imaginaba. Cuando me quise dar cuenta, ya me había terminado el café con leche. Nos levantamos y nos fuimos a terminar de ver Essen, por lo visto, Mülheim no era tanto como me habían contado, no tenía más que aquel parque y un centro comercial con el precio por las nubes. Cogió el móvil y llamó a un amigo suyo para que nos llevara a Villa Hugel.
Estábamos llegando y lo único que podía ver eran paisajes verdes y rosas.  Cuando paramos en la entrada, pensaba que era sólo campo, pero, poco a poco, se podía divisar aquella mansión blanca de piedra, rodeada de jardines verdes y monumentos color plata. Centenares de coches rellenaban el aparcamiento de la derecha al igual que el de la izquierda. Lo que más destacaba de la fachada eran los ventanales con cristaleras de colores claros y vivos, con formas medievales de contorno negro. La puerta principal, era verde caqui de metal: muy, muy pesada, la que estaba gobernada por dos guardias vestidos de militar. Para pasar a la pueta de atrás, tenías que atravesar dos rosales unidos por las puntas que formaban un arco. La fachada era prácticamente igual que a la de alante, con la diferencia de que en esta, había veintidós escaleras para poder acceder a la puerta, en vez de haber un parking, era un campo en el que varias parejas estaban tumbados o besándose. Después de ver el exterior, entramos a ver que había. Era una exposición de fábricas Krupp, una familia alemana que se relacionaron estrechamente con todos los gobernantes alemanes desde Guillermo I hasta Konrad Adenauer. Era una fábrica de armas que protagonizaron las guerras europeas desde 1866 a 1945 por lo que la sala estaba principalmente equipada por cañones y maquetas de barcos. Nos fuimos a dar un paseo por los jardines. Había otra "casita", y ,a cien metros de ella, una estatua de un caballo hecha de hierro. Estar allí, daba una sensación de libertad increíble.
Después de tirarnos mas de dos horas andando, nos fuimos de Villa Hügel para poder irnos a cenar. Nos fuimos a cenar a un turco. Era la primera vez que comía un dolma. Era algo que rellenaban con carne o con verdura. El que está con carne se sirve caliente, con yogur y con orégano y pimentón. La verdad, no estaba mal.
Al terminar de cenar, nos fuimos a tomar algo, no tanta cantidad  como el otro día, estaba claro.
Al llegar al hotel, encendí el móvil por primera vez en tres días. Ya ni me acordaba de que tenía novio. Cuando cogió la suficiente cobertura para poder mostrar todos los sms y llamadas perdidas, el móvil empezó a sonar y vibrar como loco.

viernes, 21 de octubre de 2011

Capítulo 16.- Tierras alemanas (PARTE I)

Se llegaron las doce del mediodía y la alarma no había sonado aun. Me llamaron de recepción diciéndome que me buscaban. Pregunté el nombre y cuando me dijeron el nombre de aquel chaval que me ayudó a llegar al hotel, abrí los ojos y me levanté corriendo hacia el baño para ducharme y vestirme.
Bajé a recepción con prisa. Le dediqué una sonrisa cuando le vi y me miró. Él me la devolvió. Salimos juntos por la puerta y decidimos coger un autobús. La parada pillaba a veinte metros de allí. Fuimos a Essen.
Un lugar con muchísimos parques, sobretodo verdes. Después de ver toda la contaminación de España, en especial la de las ciudades grandes. Cada paso que daba hacía mil fotos. Había tantas cosas que fotografiar y desde tantos puntos de vista. Fuimos al Grugapark. Era un parque lleno de flores, animales, puestos de salchichas alemanas y un trenecito que te daba una vuelta por todo el parque para que no te perdieras nada. Sabían como destacar las flores y también los colores, para que te fijaras en cada una de ellas. Si alzabas la vista hacia la derecha podías ver tulipanes de todos los colores. Cuando se llegó la hora de comer buscamos un Burguer King, McDonals o Pans&Company. Andamos durante una larga hora, y lo único que encontramos fue un McDonals que estaba en un centro comercial y si se puede llamar así, sólo había restaurantes, juegos recreativos y un par de tiendas. Lo que más me llamó la atención es que todos los animales de compañía que puedas imaginar estaban rondando por ahí como Pedro por su casa con su dueño. Increíble. Después de comer, nos fuimos a un bar a tomarnos algo, prefería tomarme una Coca-Cola, las cervezas, eran demasiado grandes y no tenía muchas ganas de andar por Alemania con la "chispilla". Después de visitar el Gruga Park fuimos a mi hotel donde quedamos por la noche para tomarnos un algo con unos amigos. Quién iba a saber que eso se convertiría en costumbre. No sabía que ponerme no hacía más que preguntarme una cosa: ¿dónde vamos a ir? Con lo cual, le llamé. Me dijo que era día lectivo, que me pusiera cómoda. Algo es algo. Se llegaron las diez y el ya estaba esperándome en la puerta de mi habitación. Él prefirió coger un taxi, lo que suponía borrachera asegurada. Llegamos a un "Cocktail Bar mit Shisha". No sé cuantos grados tenían las cervezas, o mejor dicho jarras. Nos metimos al cuerpo auténticas jarras de cerveza aquella noche. Prefiero no engañarme, no me acuerdo de nada. Nada. Me acuerdo de que a mitad de la noche me tuve que levantar al baño a vomitar. Me acosté y en unos instantes me quedé dormida.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 15.- Cambio de aires.

Pasaron tres meses y las cosas se iban calmando a medida que pasaba el tiempo. Yo, ya pasaba de todos aquellos comentarios que hacía la gente cuando pasaba por su lado. No tenían ni la menor idea de como lo había pasado, pero hablaban igualmente. En todo este tiempo he aprendido a pasar, a que me entre por un oído y me salga por otro, y a pasarlo bien, total, voy a tener este peso toda la vida, no voy a poder cambiar nada.
Estuve bastante tiempo sin salir de casa y si salía, nunca conseguía pasármelo bien.
Se llegaban las vacaciones, y no tenía sentido seguir mal, había que disfrutar de cada momento de aquellos meses. Y pensé que sería bueno hacer algún viaje, aun que no fuese durante mucho tiempo, medio mes más o menos, total, era simplemente para despejarme durante un tiempo y practicar mi inglés.
Busqué en Internet un billete barato para poder pagármelo yo sola y que mi madre no andase pendiente. Encontré uno bastante barato a Düsseldorf (Alemania). Antes de comprar nada, le llamé a él, para que me acompañara. Me respondió con un simple no, parecía enfadado. Empezamos a discutir, aun que no sabía muy bien por qué. Colgué. Después de todo lo que me había pasado no tenía ganas de que un pelele me amargara la existencia. Hice clic en comprar. Saqué la maleta del trastero y empecé a llenarla. Cogí lo primero que pillé, estaba enfadada tras la discusión anterior. Cuando me quise dar cuenta, la maleta estaba lo suficientemente llena como para no meter más ropa y meter regalos.
Cada día que pasaba más se acercaba el día de irme. Fueron tres días en el que no hablé con nadie, ni siquiera con el para arreglar algo. Llegó el esperado día, además era la primera vez que viajaba sola y estaba un poco nerviosa.
Llegué al aeropuerto y no sé quién fue exactamente quién me ayudo a llegar a la puerta de embarque; si mis pies que tenían ganas de pisar suelo alemán o mi cabeza que sabía todo lo que tenía que hacer.
Llegó un chaval, de más o menos mi misma edad y se sentó a mi lado. Puede que fuese mayor, no estaba segura. Creía que no se iba a retrasar, pero me equivocaba, se retrasó dos horas. Pero tampoco me importó,  ya que aquel chico que se sentó a mi lado me empezó ha hablar y así pasamos el rato. Me contó, que él también iba a Düsseldorf y que estaba en una casa que estaba al lado de mi hotel. Al final llegó la azafata y nos dijo que podíamos ir yendo hacia el avión. Lo malo de montar al avión fue que no le tocó a mi lado. Me tocó al lado de una chica de más o menos 17 años que no paraba de decir: " Estamos en una salchicha voladora." Mientras que ella acababa con mi paciencia, yo veía Padre de Familia en el ordenador. cuando vi uno o dos capítulos, le apagué.
Al cabo de un par de horas, el piloto empezó ha hablar y en resumen, no eran buenas noticias, el aeropuerto de Düsseldorf había cerrado y nos tenían que dejar en el más cercano; el de Colonia. Así iban las cosas: Nos dejaban en otro aeropuerto y no sabía alemán. Salimos del avión. Hacía un frío increíble. Me alcanzó al tiempo de ir a por las maletas. Estuvimos hablando de todo, incluso de qué poder hacer para llegar a Düsseldorf.  Me dio su número de teléfono. Cuando me dijo que el sabía hablar alemán, me salvó la vida. 
Decidimos coger un autobús. Y cómo no, estuvimos todo el camino hablando. Nunca imaginé, que un chaval que acababa de conocer me podría caer tan bien. Al final llegamos a Düsseldorf después de unos cincuenta minutos de camino aproximadamente. Al final, para llegar al Best Western Ambassador cogimos un taxi entre los dos, ya que el se hospedaba en la misma calle. Llegamos, todavía no me lo creía. Quedamos para el día siguiente ir a visitar Essen. 
Saludé al de recepción, pero en inglés, está claro. Me dio la llave de la habitación y subí en el ascensor. Cuando abrí la puerta lo primero que hice fue llamar a mi madre para que supiese que había llegado y lo segundo, quitarme la ropa, ponerme el pijama y tirarme en la cama agotada. Apagué la luz y me metí en la cama.

domingo, 3 de julio de 2011

Capítulo 14.- Agonía.

Llegó el día, el día que nunca creía que llegaría. El entierro de mi padre. No sé si a mi padre le hubiese gustado que llevase luto, pero con mi edad, aun que era mi padre, no nos llegamos a conocer. Toda mi vida no ha sido suficiente y ahora me arrepiento más que nunca de haberle chillado tantas veces por tonterías de niña pequeña. Se me encharcaron los ojos.Abrí el armario y tenía una camiseta que él me regaló, negra, me venía bien para la ocasión. Puse música, la primera que pillé: Donde Duele Inspira (Flowkloriko).
Parecía un viuda, pero bueno, era el entierro de mi padre, no iba a ir de verde pistacho. Vino mi madre, con el alma en el suelo.
-Tenemos que salir ya...
-Vale mamá.
Estuve sonámbula durante todo el entierro, no derramé ni una sola lágrima. Pero  hpero intenté hacerme la fuerte, para que mi madre no sufriera más de lo que estaba sufriendo. Siempre fue mi padre el que me dijo "Cada dos pasos que avances uno harán que retrocedas." ahí fue cuando me di cuenta de lo bien que había estado hace dos días, con ilusiones y amor y al cabo de cuarenta y ocho horas lo único que me encuentro es soledad y muerte. Aun que siempre me dijo mi madre que las malas épocas vienen y van y que no siempre se está bien ni nunca se está mal.
Volvimos a casa. Subí al desván y allí encontré mi vieja guitarra española. Estaba muy desafinada, pero todavía me acordaba de algunas canciones que me gustaban como la de Sonríe Cuando Puedas Llora Cuando Lo Necesites (Chojin) o Mamá Me Dijo (ZPU). Estaba metida en una agonía, de la que no saldría hasta que no saliese de ese vacío que tenía en el cuerpo y en el que me metí por todo lo que pasó.
Me desplomé en la cama lanzando un suspiro al aire. No tenía ganas de nada así que apagué el móvil. Me tiré media tarde mirando al techo en busca de alguna solución. ¿Qué solución iba a encontrar? mi padre se había muerto, no podía clonarle y ni mucho menos hacer que resucitara. Me levanté de la cama y le pegué un  guantazo al armario. - ¡joder!- grité de rabia al ver que no podía hacer nada, al darme cuenta de todo lo que había pasado y de todo lo que me iba a perder al no estar a su lado.
Intenté coger el libro de biología para ponerme al día, las vacaciones de semana santa iban ha acabar dentro de pocos días. Fue imposible, no pude concentrarme en hacer nada, no tenía ganas ni de comer ni de hacer nada. Lo mejor de todo a sido ser atea, al menos no hay religión alguna que me haya decepcionado. Estaba cansada y no sabía de qué ni por qué lo estaba pero bueno, supongo que era lógico, puede que sólo fuese una sensación física que se experimenta cuando pierdes a alguien querido, ¿no? no quería pensar en nada con lo cual me intenté distraer de todas las formas posibles, sobre todo cosas artísticas y lúdicas como pintar o cantar. A mi la pintura me gustaba, me gusta y supongo que me gustará durante toda mi vida. Hice un río que desembocaba en un lago con árboles y piedras alrededor. No me resultó muy difícil hacerlo pero sí que me resulto entretenido y en cierto modo divertido. Logré desconectar un poco de todo ese entorno triste en el que había estado desde hace dos días. Tenía las manos manchadas de carboncillo asique fui a lavármelas al baño. Me miré al espejo, tenía un aspecto lamentable. Pensar que me habían visto así todas mis amigas y amigos. Tendrían que haber pensado pobrecilla... tampoco quiero dar pena a la gente. No seré ni al primer ni al último ser humano que le pase esto. Me puse ha hacer los deberes que nos mandaron y a estudiar un poco. Esta vez si que me concentré. Cuando acabé, pensé que esto era un capítulo más en mi vida, y que no podía hacer nada para evitarlo.

miércoles, 8 de junio de 2011

Capítulo 13.- Apariencias ( II )

No podía dejar de botar la pierna arriba y abajo con agilidad. Los nervios me estaban consumiendo viva. Se acercaban cientos de enfermeras pero ninguna sabía nada de mi padre.
-Mamá, voy al baño. ahora vuelvo.
-Vale hija.
Fui al baño y lo único que pude hacer fue mirarme al espejo, mirar como se caía mi felicidad en forma de lágrima. Como con una llamada se te podía hacer tal vacío en el cuerpo.
Volví del baño. Mi madre estaba hablando con una enfermera. Se fue a paso ligero hacia el pasillo de las habitaciones, supongo que estaría ahí mi padre. La seguí, qué menos. Miró por la ventanilla y entro dulcemente, como si no tuviese fuerzas para abrir la puerta. Cuando entré mi madre estaba llorando.
-Mamá...
No me respondió, vino rápidamente hacia mi y me abrazó más fuerte que nunca. A mi padre le estaban quitando la respiración asistida.
-No... no, no, no, no, no, no, ¡no!
-Tenía que pasar hija... así lo quiso el mundo.
Me despegué de los brazos de mi madre mientras que corría despavorida por el pasillo. Me puse a llorar, era lo más lógico que podía hacer. Ese vacío que tenía en el pecho, también era lógico.


Mi madre y yo nos fuimos a casa en su coche. No tenía ganas ni de subir las escaleras, ni de comer, ni de dormir ni de hacer nada. Miré el móvil. Tenía cinco llamadas perdidas y un mensaje de él.


Feita1 que ha pasado al final? :S contesta. Te quiero mucho.


Eran las 8 de la mañana así que le llamé.
- ¡Guapita! ¿Está tu padre bien?- Empecé a llorar.
-Tía, espera que me visto y voy a tu casa.
No pasó ni media hora hasta el momento de oír el timbre. Bajé desganada. Abrí la puerta y él estaba ahí, con el corazón que se le salía del pecho. Me puse a llorar.
-Tía qué ha pasado...
-Se ha.. se ha muerto...- Me costaba decirlo, todavía no estaba hecha a la idea de que mi padre se había muerto. Él me abrazó, pero más que nada para que no me cayera al suelo.
- Lo siento mucho cariño. - Me llevó hasta el primer escalón de la escalera para que me sentara.
-Estoy aquí para lo que quieras y lo sabes.- Mi madre bajó y él le dio su más sentido pésame.
-He llamado a la funeraria... mañana es el entierro.
-Vale mamá.
-Si no quieres ir, no vallas, se que es duro.- Me respondió.
-Tengo que ir, es mi padre...
Subió las escaleras desganada, parecía que de un momento a otro se iba a caer rodando hacia abajo.
-Lo siento, pero hoy me apetece dar un paseo sola por algún lugar que no haya nadie, espero que me comprendas...
-Sí tía, no te preocupes y de todas sabes que aquí me tienes.- Me dedicó una sonrisa.
-Muchas gracias.
-¿Gracias por qué? Tía, yo te quiero, como amiga, como novia y como todo, porque eres lo más grande que tengo y no quiero que estés mal, aun que ahora es lo más normal.
Le di un beso y él me lo devolvió. Le dije que me iba a ir ahora a dar una vueltecilla, que si no le importaba, le llamaría mañana. Fui hacia arriba sin mucho ánimo. Me vestí, me peiné y me fui al estanco a comprarme una cajetilla de tabaco.
Me fui al parque al que iba de pequeña cuando me encontraba sola, sin nadie con quien hablar o compartir mis ideas, sentimientos u opiniones. Seguía tal y como estaba hace 5 o 6 años: solitario, verde y sereno. Cogí mi cajetilla de LUCKY STRIKE y me puse a fumar mientras todas mis penas salían por los ojos. No tenía ganas de beber, pero ya que fumar relaja, pues fumo. Y si la música triste ayuda, pues la escucho The Hardest Part (Coldplay) se podía escuchar en todo el recinto.
Decidí "ensayar" para que cuando me viese la gente no pensara: "pobrecita". No, no me gusta que sientan lástima por mí, sólo que me entiendan, lo que no muchos consiguen. Empecé por cambiar mi mirada. Esa mirada de pena que tenía desde esta madrugada, la que reflejaba todo el sufrimiento que tenía acumulado en el cuerpo. Lo intenté, pero lo único que salía de mis ojos era pena y lágrimas. Y si no podía cambiar la mirada, cómo iba a sonreír, era imposible. Me estaba derrumbando yo solita. Y de repente me paré a pensar que cómo podría haber dejado sola a mi madre un día tan triste como este. Me levanté rápidamente y me fui a casa a paso ligero.
Entré a casa y me lo encontré a él vigilando a mi madre para que no hiciese ninguna locura. Me acerqué a él.
-Gracias.- Le susurré al oído mientras le daba un beso en la mejilla.
-Me lo pidió mi suegra.- Me dedicó una sonrisa.
Me fui a dar un beso a mi madre y a pedirla perdón por haberme ido en tales circunstancias. Me dijo que no pasaba nada, pero sabía que en el fondo la sentó mal, lo que pasa que no tenía ganas de nada y menos de discutir. Estaba apunto de romperse a llorar de nuevo; abrazarla, era la mejor opción, pero en ese mismo momento fue cuando si que rompió a llorar como una descosida. Me sentía mal conmigo misma.
A él le cogí de la mano y me le llevé al sofá para que se sentase, tenía la impresión de que había estado todo este tiempo de pie, mientras que mi madre hacía otras labores. Me miró fijamente a los ojos y yo creo que podía ver toda la pena que tenía dentro de mis ojos. Agaché la cabeza. Se acercó a mí y me abrazó como nunca. Me puse a llorar. Colocó mi cabeza en su pecho y me empecé a tranquilizar.
-Si tú quieres y me deja tú madre, me puedo quedar a dormir.
-¿Harías eso?
-Eso y más guapita.- Le miré y me salió una pequeña sonrisa. Él me la devolvió. Me incorporé y fui donde estaba mi madre.
-Mamá, ¿se puede quedar a dormir? por favor.
-Si eso se tranquiliza sí. Pero no hagáis nada raro.
-Aun que quisiera, no tengo ánimos para ello.
-Vale.- Me miró tocándome la cara y aspirando los mocos que querían salir de su nariz. Volví a su lado y le dije la respuesta que me había dado mi madre.
Me apoyé en su regazo sin mirar a ningún punto exacto mientras me acariciaba la cara desde la nariz hasta la oreja. En ese momento me empecé a acordar de las millones de veces que me había hecho eso mi padre, todos los momentos que pasamos juntos, lo que aprendí de él, como la aficción a la lectura, todas las discusiones que tubimos.
A las diez de la noche fue cuando decidí encender el móvil. Cincuenta mensajes nuevos. No tenía ganas de leer ninguno, sabía de que eran y si alguno me debería preocupar me daba lo mismo.
-Chicos, podéis dormir en mi cuarto, no quiero entrar ahí y así estaréis más agusto.
-Como quieras mamá.
Fué él el que abrió la cama y me acostó antes de meterse en la cama y abrazarme.
-Intenta dormir y si no puedes despiertame, ¿vale?
-Vale.
Dormir... imposible, pero estaba tan mono dormido que no quería despertarlo. Me quité su brazo derecho que me rodeaba la cintura. Cogí una manta de la silla que estaba enfrente de la cama y me fui a la terraza. Me puse a escuchar música del móvil. Empecé con Ouch (Duo kie) y acabé con Betlebum (Blu). Ya habían pasado cinco horas. Me sequé las lágrimas y volví para dentro.