jueves, 24 de febrero de 2011

Capítulo 1

<<Estaba sola, sola en un lugar abstracto, con un fondo azul cielo, manchones amarillos y agujeros negros, lo único que veía era oscuridad, y esos colores llamativos que me dañaban la vista al alzar la mirada. Empecé a buscar una puerta, una salida por la que poder salir de ese extraño lugar, del que me sentía tan sola y aterrorizada como una rata en un laboratorio...>>


¡RIIIN!


Era el despertador, ese maldito sonido que escuchaba todas las mañanas a las siete, la alarma que me indicaba que ese día iba a ser igual que los demás, aburrido y rutinario. Abrí los ojos. Lo único que podía ver era era el techo de mi habitación muy borroso. Mientras me frotaba los ojos escuchaba desde la otra punta de la casa a mi hermana diciéndome que ya era hora de que me levantara.
Encendí la ducha. Me metí y empecé a mojarme con el agua caliente que salía de la alcachofa. Empecé a pensar porqué todas las noches tenía esas malditas pesadillas de las que me levantaba sudando.
 Salí de la ducha, me arreglé y me fui al instituto.
En la primera hora: música, era lo que me faltaba, aguantar al viejo cascarrabias de mi profesor, aquel que me suspendió la primera evaluación y lo que de verdad me fastidiaba, intentar llegar a un  fa agudo un miércoles a primera hora de la mañana. En la segunda hora: lengua, me quedaba dubitativa, pensando en por qué estaba hasta las narices de todo. Sí, no me podía quejar, mis notas no son tan malas, tengo unos amigos de diez y en la familia, bueno en la familia es un caso a parte, pero ya no podía más, estaba harta, las cosas me superaban. Cogí la mochila, las llaves y me fui nada más acabar la clase.
No quería irme a casa, simplemente despejarme de toda la rutina que llevaba acomulada, de esas ganas de gritar, de correr, de ser libre. Fuí al Mercandona, me compré una litrona de cerveza y me fui al parque. Me tumbé en una esplanada con la hierba fresca y verde. Abrí la litrona seguidamente de encenderme el cigarro de LUCKY STRIKE. Me puse a beber y a darle caladas al cigarro. Observaba las nubes. Hoy tenían un especial atractivo, parecía que me querían decir algo. Levanté la espalda de la hierba, de modo que me quedé sentada. Cuando me quise dar cuenta, ya no había cerveza: ni una sola gota. Miré el reloj y eran ya las dos de la tarde. Me levanté, me puse la mochila en la espalda y me fui andando, abandonando allí, ese parque en el que había malgastado toda la mañana de un miércoles. Tenía un contentillo en el cuerpo que me hacía reirme por los cantos de los pájaros. De repente, me di cuenta de que tenía el móvil en el bolsillo. Puse la lista de reproducción y empecé a escuchar la primera canción de la lista (In the mourning- paramore). Me entretuve desenrollando los cascos mientras cruzaba la carretera del arroyo. En aquel mismo instante oí el sonido de un coche, miré hacia la derecha y ahí vi al conductor de un volkswagen 5.0 negro, muy elegante. El conductor tenía cara de sorpresa, apretándo aparentemente lo más fuerte posible el pedal del freno. Cerré los ojos. Las piernas no me reaccionaban, estaba como en una especie de estado de shock. Abrí los ojos, el coche estaba a cinco centímetros de mi cadera. El conductor del coche, parecía ser empresario. Bajó rápidamente de su coche, agarrándome firmemente para que no me cayera al suelo del susto.


-¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? ¿Necesitas que te lleve a algún lado? Estás muy pálida- Tantas preguntas con esa voz grave, me estaba aturdiendo la cabeza. Intenté responder a todas sus preguntas.
- Sí, estoy bien, tan sólo un poco sobresaltada por el susto. No hace falta que me lleves a ningún lado, prefiero irme a casa andando y despejarme un poco de esto que acaba de pasar.
-No enserio, monta en el coche y te acerco un poco a tu casa.
-Está bien, pero no está muy lejos.


Me llevó en coche hasta mi casa, abrí la puerta y suspiré como si nunca hubiese suspirado mientras me apoyaba en la puerta. Mi madre se acercó y me miro con una cara malhumorada. Rápidamente, me fui a mi cuarto a pensar todo lo que me había pasado durante todo el día: desde que escuché el despertador, hasta escuchar la grave voz del conductor de ese volkswagen. Cuando pestañeé, una lágrima caía desde el lagrimal de mi ojo hasta el doblez de mi cara en el que se juntaban la parte superior del labio y la nariz. Un típico "Ven ha cenar" se escuchaba no muy lejos de mi habitación. Admiré la rapidez con la que pasó todo el día, en un abrir y cerrar de ojos, estaba cenando. Cogí el ordenador, le conté a un buen amigo lo que me pasó. Había partido, con lo cual no comentó lo más mínimo de lo sucedido. Cerré la tapa del ordenador con cierta rabia y me fui a la cama. No tenía muchas ganas de hacer nada, es más, estaba agotada, aunque sin saber bien por qué. Abrí la cama y cerré los ojos mientras apoyaba mi cabeza sobre la almohada.

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