jueves, 24 de febrero de 2011

Capítulo 2- Pesadillas.

Abrí los ojos otra vez, ese maldito despertador me retumbaba como un taladro en la cabeza. Empieza otra vez mi rutina: Ducha, desayuno, peine y ropa, mochila y en  camino hacia la cárcel obligatoria, instituto lo suelen llamar.
Cuando llegué todos me miraron sorprendidos, me dieron un abrazo y me preguntaron que qué tal estaba. En ese momento  recordé lo cotilla que es la gente aquí.
Una amiga mía tenía los ojos llorosos, me agarró de la mano, me la subió hacia arriba y me dio una vuelta, debí mirarla con una cara extraña, porque me preguntó que qué pasaba. Sonó la campana una vez más, fui lentamente a mi sitio mientras que los demás se quedaron en la puerta esperando al profesor. Pasaron las dos primeras horas de clase, fui a la cafetería y me compre una bolsa de pipas, el estrés que te causan más de cuarenta personas preguntándote “¿Te has roto algo?” Las pipas para mí, un invento divino contra el estrés, ya que las uñas las tengo demasiado comidas como para seguir mordiéndomelas.
Salí de la cafetería mirando al suelo, cuando fui a abrir la puerta que comunica al patio me choqué con alguien, no supe quien era hasta que mire hacia atrás, vi a un chico moreno con ojos azules, sabía quien era, pero no me hablaba con él. Tras cuatro horas más de sufrimiento delante de una pizarra llegué a casa, no comí nada, tan sólo cerré la persiana, puse música y me tumbé en la cama conseguí dormirme.

<< Era una habitación oscura, con una vela que se fundía lentamente en una esquina, la cogí lentamente, con miedo a que tuviese algún mecanismo que pudiera activar algo mortal. De repente, se encendieron las luces, una puerta se abrió en frente de mis narices, empecé a correr para salir de esa pequeña sala que causaba claustrofobia. Salí de esa diminuta habitación llegué a un pasillo con paredes rojas y con una iluminación cálida. Seguidamente vi otra puerta al final de aquel estrecho pasillo, se abrió sola, o eso pensaba, hasta ver claramente una persona vestida de negro, me miraba fijamente a los ojos, los suyos, de color verde grisáceo, me estaban acojonando. De repente vino hacia a mi con un chuchillo, corriendo. Empecé a correr y a gritar hasta quedarme sin voz, me di cuenta de que, en ese lugar, estaba sola, nadie me podía oír, vi nuevamente una luz tras una puerta, miré hacia atrás para ver si seguía ahí y efectivamente, seguía corriendo detrás de mi. Abrí la puerta de una forma nerviosa y rápida. Aquel hombre intentó abrir la puerta a golpes, yo me puse detrás para intentar bloquearla, una voz grave, como la de aquel conductor del otro día, pronunciaba mi nombre. Encima de un mesita pequeña de madera, la única parte iluminada de toda la habitación, había una BERETTA 92. La cogí, mi mano no controlaba la pistola, estaba temblando como un flan. No sabía que hacer, apuntaba hacia la puerta hasta que de repente encontré la pistola al lado de la sien, mi dedo apretó el gatillo y..>>

Abrí los ojos, lo único que puedo pensar es, que mi mente tiene en un rincón una máquina que se inventa pesadillas diferentes todos los días. Miré la hora del móvil, como de costumbre, lo miré pero no me enteré, con lo cual volví a mirar eran las siete de la tarde, me metí de nuevo en la ducha empecé a pensar lo del sueño, el por qué me volé la cabeza en vez de disparar al psicópata que me perseguía por un pasillo estrecho.
El agua empezó a salir fría lo apagué y me fui a secar el pelo, cené y me fui a la cama, no tenía ganas de seguir pensando en alguien más, pero a la vez me fui con lentitud la que anticipaba el miedo a volver a soñar tal barbaridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario